martes, 17 de noviembre de 2009

SU PRIMER LUNES SANTO

El primer Lunes Santo

El primer Lunes Santo es uno de esos días que no se saben catalogar. Ante todo es un gran día por lo que supone llevar a Nuestro Cristo por primera vez, pero no se disfruta hasta que ha pasado una semana, y, con la calma que da el tiempo, analizar todo lo que ha pasado.

Mi primer Lunes Santo empezó antes de lo previsto, porque, aunque tenía puesto el despertador sobre las once de la mañana, los nervios contenidos me levantaron dos horas antes. Un desayuno cortito y la primera revisión de la ropa que ya estaba preparada desde hacía tres días por lo menos, y después al sofá a matar el tiempo viendo las repeticiones del Domingo de Ramos.

Los nervios se fueron apoderando de mí y revisaba la ropa cada quince minutos. Cuando llegó la hora me preparé mi buen plato de pasta y me lo comí como un rayo, sin reparar en que tenía tiempo de sobra. Después de la comida, me vestí de Pretoriano y tiré para la plaza de Carmen Benítez. Al llegar allí, la cara de los compañeros lo decía todo: olía a día grande entre los grandes. Una igualá rapidita, el reparto de los relevos, la foto de categoría, y vámonos corriendo que me había tocado la cuadrilla que hacia salida.



En la Iglesia, que estaba abarrotada, hice un rezo íntimo ante el Señor y la Virgen y me fui para el salón de arriba para hacerme la ropa. Me ayudó a hacérmela Sergio Uncala, un tío grande en todos los aspectos, y con la ropa echa y recién fajado me fui para la puerta trasera de la iglesia. Allí me tiró la ropa otro de los Pretorianos que se estrenaba este año y que tiene unas manos para tirar de escándalo, mi buen amigo Ponce. Los nervios previos se fueron convirtiendo en ataque cuando llegó el rezo dirigido por nuestro Director Espiritual y las palabritas de nuestro Hermano Mayor rematando con esa gran frase: “La Redención de Cristo está en las calles de Sevilla”.

Como este primer año compartía el relevo con otro costalero, Pablo Villarejo, a mi no me tocó hacer la salida, y la viví desde detrás del paso. Cuando sonaban los primeros compases de la marcha Redención, las lágrimas ya no aguantaron más y salieron a darse un paseito, pero pronto se secaron con ese deslumbrante sol que nos acompañó hasta el ocaso. Mi primera chicotá fue para dar la revirá de Santiago a Almirante Apodaca con la marcha Divino Redentor, así que poco más podía pedir.

El primer relevo completo que hice fue el que iba desde los sindicatos hasta los relojes de Sierpes y fue sencillamente espectacular. Esa primera chicotá en el Duque con Alma de Dios; esa levantá de categoría en el palquillo dedicada a la primera Estación de penitencia de la hermandad; ese Calvo mandando los cambios en la Campana; y sobre todo esa entrada en la calle Sierpes poderosa y valiente.

Para el siguiente relevo de mi cuadrilla no me tocaba meterme, por lo que desde los relojes de la calle Sierpes me fui hasta la cuesta del bacalao a esperar, y de camino, me encontré con la Hermandad del Polígono. El impaciente tiempo de espera lo viví con mi novia y algunos amigos, entre ellos, con un aspirante a Pretoriano, Alejandro de la Calle. Cuando vi venir desde lejos el impresionante barco que tenemos, andando con ese brío que le caracteriza, no pude evitar acordarme del año anterior en el que lo había visto desde el mismo sitio que ahora me encontraba vestido de costalero, y quizás fue ahí cuando me di cuenta del inmenso privilegio que disfrutamos los que pertenecemos a la cuadrilla. Antes de que me cogiera la bulla me metí para la calle Francos y me coloqué el costal enfrente de Peyré que era donde me tocaba meterme.

Este último ratito que estuve bajo las trabajaderas fue increíble. Las dos revirás clavadas desde Francos a Chapineros y después a Álvarez Quintero, y sobre todo la Cuesta del Rosario con ese “erre que erre que erre” de Joaquinito Rosa que te echa arriba, y la banda que iba empalmando una marcha detrás de otra y sonando como los ángeles. La última revirá hacía Ángel María Camacho, con lomo incluido, fue una demostración de la casta y el poderío que hay bajo el Señor de la Redención. Cuando estábamos más hasta los mochos mandó Javi un costero que yo creía que era físicamente imposible de hacer, pero que, como no podía ser de otra forma, se hizo y despertó los aplausos de una Cuesta del Bacalao enfervorizada por el derroche de arte y categoría que acaba de presenciar.



Después de esa revirá me salí con mucha pena porque no me volvería a meter hasta el año siguiente, pero con la satisfacción del deber cumplido. Para terminar el Lunes Santo me pegué a la trasera del paso y ahí seguí hasta la calle Cardenal Cervantes, departiendo con Kiski y con algún que otro antiguo componente de la banda. Después de la Pila del Pato me pegué al costero izquierdo y viví las últimas chicotás de mi cuadrilla animándolos desde fuera y sintiendo lo que ellos estaban viviendo de un modo muy especial. Una vez que echaron el paso abajo fui ayudando a salir a algunos de mis compañeros de cuadrilla y a felicitarnos mutuamente por el trabajo bien hecho.

La recogida, como siempre, emotiva e inolvidable, y fue sin duda el mejor punto y final para un Lunes Santo que, por muchos años que pasen, permanecerá vivo en mi recuerdo para siempre.

Un saludo para todos los lectores de este blog y os dejo una advertencia: irse preparando que esto ya está aquí.

ESCRITO POR: JOAQUIN CABALLERO, COSTALERO DEL SEÑOR DE LA REDENCION.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Palquillo.
Enhorabuena por cumplir un sueño, te aseguro que después de muchos años, a mi me sigue pasando lo mismo, el Lunes Santo continúo con los mismos nervios que la primera vez, o quizás hasta mas..., el día que me falte eso, cuelgo la ropa, pero espero continuar todavía si el de arriba me deja, pero no te preocupes... conozco otro igual, ¿verdad Fernandito?.
Un abrazo hermano.

fernandito dijo...

pues si amigo palquillo, hago mias las palabras de joaquin.
tu sabes mejor que nadie los ataques que me dan.

Costaleros Stmo. Cristo Rey dijo...

La verdad es que leyendo esto le entran a uno todavía más ganas de sarcar al Señor de la Redención. De un devoto del Señor de la Redención y admirador de su cuadrilla desde Badajoz. Ojalá algún día pueda cumplir ese sueño.