sábado, 25 de octubre de 2008

TENGO SED

Escrito por Víctor García-Rayo

Llevaba las manos abiertas, como siempre, asumiendo y amando, y la túnica bordada por los últimos besos de los naranjos de la Plaza de San Leandro.
Entre sus brazos cabía el universo entero, acurrucado y grande.
Llevaba la madera en su carne medio siglo de divinidad y un millón de oraciones.
Mostraba Dios una media sonrisa cuando vino la madrugada a morir en su regazo.
Allí, en pie y aceptando con humildad las miserias del mundo, el Señor de la Redención dictaba sobre los cuellos de sus hijos la lección que lleva el padre en su corazón.
Potencias de oro y mirada de plata. La noche de Sevilla viajaba en las retinas de los versos de sus muros.
Delante, una cruz de guía.
Madera labrada por el carpintero de Dios. Detrás, en el rostro, la belleza del amor traicionado.
Y caminaba por la ciudad buscando el amor del beso.





En el centro del paso, debajo justo de la luna.

En Santiago quedaba una gota de Rocío que refrescaba la noche.
El Hijo buscaba amor por las esquinas mientras un paso de Nervión arañaba con su pan de oro las marchas de azahar temprano.
“Tengo sed”, decía el Señor.
De amor de mis hijos.
Y seguía caminando con los brazos entregados al otoño de una bulla que buscaba su mirada.
Te miré, Señor, y creí escucharte. “Tengo sed”.
Por eso un niño, en la calle San Esteban, sintió la necesidad de subir al paso y meterse entre tus brazos.
Por si Jesús le acunaba.
El sábado, Señor de la Redención, sentí que pedías agua, que cumplías cincuenta años clamando desde Santiago parte del amor que diste.
Y aquí me tienes, amándote, soñando con tus manos abiertas y con tus últimos besos bajo la luna de Sevilla.
Yo también tengo sed, Dios Mío.
Y celos de Judas, porque pudo darte un beso.

FUENTE: PASIONENSEVILLA.TV
FOTO: WWW.RAFAES.COM

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